En el mundo
actual, la ansiedad es un problema social que se presenta por el ritmo de vida
que lleva la mayoría de la civilización. Las exigencias sociales y las
impuestas por nosotros mimos causan tensión que posteriormente se transforma en
problemas físicos, como el agotamiento o problemas de salud.
En este sentido,
según estudios realizados en la Universidad de Harvard el estrés afecta el ritmo cardiaco.
Exceso de
actividad de la médula ósea
La amígdala hiperreactiva
se encuentra en el cerebro y se relaciona con el funcionamiento emocional, pero
está estrechamente vinculado al miedo. Este pequeño miembro actúa en contra
emociones como el miedo, la ansiedad o sensaciones de peligro, pero en
determinado momento puede convertirse en un problema si desencadena reacciones
fisiológicas en situaciones que realmente no son peligrosas, aunque se ha
acostumbrado a ver como si realmente lo fuesen.
La ansiedad no solo
activa la amígdala, también estimula el funcionamiento de la médula ósea, y esto
puede provocar un cuadro de inflamación arterial, lo que propicia las
condiciones idóneas para que se produzca un ataque al corazón o algunas
anomalías en el funcionamiento. Así es como el estrés afecta el ritmo cardiaco, pero estos problemas son
reversibles si la persona aprende a distinguir conscientemente cuándo se trata
de una situación de riesgo o no.
Como hemos visto en el Curso de Prevención del Estrés Laboral existen dos pasos
para evitar que el estrés afecte el
ritmo cardiaco o, lo que es igual, se active la amígdala hiperreactiva. El
primero es detectar las señales de activación que indican que el miembro está
reaccionando de manera exagerada, como el aumento del ritmo del corazón o la
famosa sensación de presión del pecho. El segundo paso está en aprender
técnicas para que la persona tenga una restructuración cognitiva, es decir,
aprenda a cambiar las percepciones.