Brasil celebró el viernes 5 de agosto sus exuberantes recursos naturales y la energía creativa de su población al ritmo del samba, la bossa nova y el funk en la ceremonia de apertura con la que le dio la bienvenida al mundo a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro.
En un país marcado por la desigualdad económica, la ceremonia de apertura destacó la cultura de las favelas que se erigen sobre las emblemáticas playas de la ciudad.
La ceremonia no se olvidó de la historia: mostró el arribo de los portugueses al nuevo mundo y su conquista de la población indígena, así como la esclavitud de los africanos durante 400 años para explicar la forma en que se construyó el complejo mosaico que es el Brasil actual.
Brasil, hogar del Amazonas -la mayor selva del mundo-, usó la ceremonia para pedir a los 3.000 millones de personas que se estima verían el evento por televisión que cuiden el planeta.
A diferencia de las ceremonias de apertura de Pekín 2008 y Londres 2012, el espectáculo en Río careció de grandilocuencia, aunque sorprendió con algunos detalles inesperados en medio del homenaje a sus tradiciones culturales.
Pese a que la organización no dio a conocer el costo de la ceremonia, se estima que sería aproximadamente la mitad de los 42 millones de dólares que se invirtieron para el evento en Londres.
El show tuvo la presencia de algunas estrellas locales, como la supermodelo Gisele Bundchen, quien caminó por el Maracaná al ritmo de la emblemática «Garota de Ipanema», y Paulinho da Viola, un reconocido artista de samba que cantó el himno nacional de Brasil.
El encendido del pebetero estuvo a cargo de Vanderlei de Lima, ex maratonista brasileño.
Dos leyendas vivas de la canción brasileña, Caetano Veloso y Gilberto Gil y el estruendo de la samba de las escuelas de samba del Carnaval pusieron hoy el colofón a la fiesta musical de inauguración de los Juegos Olímpicos.
Caetano y Gilberto, acompañados de la cantante Anitta, interpretaron uno de los mayores clásicos de la samba «Isso Aqui, o que É?», justo después de los discursos, la inauguración de los Juegos y los juramentos de los atletas.
A continuación, las doce escuelas de samba dieron rienda suelta al ritmo frenético de la percusión que caldea todos los años el Carnaval y que puso en pie al público e hizo bailar a algunas delegaciones de deportistas, en especial a la brasileña.
Mientras, cientos de bailarines disfrazados convirtieron el Maracaná en una suerte de «sambódromo», aunque la famosa pasarela de la samba durante los Juegos ha sido convertida en la sede del tiro con arco y en la meta del maratón.
El colofón de la fiesta se produjo justo antes de la llegada de la llama olímpica al estadio.
FUENTE: http://elcomercio.pe/