Pedro I el Grande, es la figura más sobresaliente de toda la dinastía
de los zares rusos Románov, desde el primer representante de la casa, Miguel I (1613-1645), hasta Nicolás II (1894-1918), asesinado por los bolcheviques.
Pedro I reinó desde 1682 hasta su muerte en 1725. Gracias a su gobierno la antigua y atrasada Rus se convirtió en una potencia europea y su aristocracia cambió las antiguas costumbres por las modernas a la manera europea.
Pedro I transformó significativamente el país durante su reinado al
iniciar, encabezar y realizar el proceso político, económico y cultural
de “occidentalización” de Rusia. El primer emperador ruso llevó a su
nación hacia una extraordinaria transformación administrativa del poder
estatal, hacia la reorganización del Ejército y de la Marina de guerra y
hacia una reforma del ámbito económico.
Este eminente personaje de la historia de los siglos XVII y XVIII fue
el vencedor en múltiples guerras contra Turquía, Suecia y Persia, lo que
convirtió al país en un imperio poderoso y cambió el papel de Rusia en
el panorama europeo y mundial.
Con todo eso, durante un largo tiempo en Rusia muchos historiadores,
políticos, economistas, hombres de ciencia y cultura y personalidades de
Iglesia ortodoxa han discutido el papel real del monarca en el
desarrollo del país, si este fue positivo o no y, en general, si hubo un
Pedro I “el Grande”…
Infancia en medio de intrigas y revueltas
Pedro (Piotr Alexéyevich) nació el 9 de junio de 1672 en Moscú. Fue el hijo menor de zar ruso Alejo I, que gobernó Rusia desde 1645 a 1676, y de su segunda esposa, Natalia Narýshkina.
En 1682, tras la muerte del zar Teodoro III,
medio hermano de Pedro, que reinaba en Rusia tras la muerte de Alejo en
1676, la familia Naryshkin proclamó sucesor a Pedro. La Duma (Consejo)
de los boyardos eligió al joven para convertirse en zar y a su madre como regente.
Sin embargo, la familia Miloslavski, de la primera esposa del zar Alejo
I, y sus aliados, provocaron una sangrienta revuelta de los streltsí, un cuerpo militar de élite, y obligaron a que Pedro compartiera la corona con su medio hermano Iván V.
El joven príncipe ruso fue testigo de la revuelta durante la cual
fueron asesinados muchos de sus parientes y amigos. Desde aquel momento
Pedro contrajo un tic nervioso que le desencajaba el rostro en
situaciones críticas.
En el trono doble
Pedro, de diez años de edad y el menor de la familia, y su medio
hermano Iván, de dieciséis años —enfermo, medio ciego y discapacitado
mental— fueron proclamados conjuntamente zares y ascendieron al trono
bajo la regencia de la hermana mayor de Iván, la princesa Sofía,
protegida de la familia Miloslavski. El doble trono hecho para los zares
se puede ver hoy en la Armería del Kremlin, uno de los museos moscovitas.
Pedro sobresalía entre sus coetáneos no solo por su aspecto (era de
gran estatura, delgado, de cara redonda y ojos muy vivaces), sino
también por su memoria sorprendente, mente curiosa, ingenio agudo y
capacidades para las artesanías, técnica, ciencias e idiomas.
El joven recibió su educación en la corte, inicialmente con la ayuda de
Nikita Zótov, su querido maestro de la niñez, quien le enseñó el
alfabeto y la geografía e historia con ejemplos ilustrados. Con otros
maestros aprendió materias como carpintería, armería o forja.
Siguieron unos años en los que la educación de Pedro estuvo abandonada y
el joven zar ruso pasó el tiempo en los pueblos de Preobrazhénskoye e
Izmáilovo, en los alrededores de Moscú. En Preobrazhénskoye (localidad
que dio nombre al primero de los regimientos militares de Pedro, que
posteriormente se convertiría en su guardia personal) Pedro inició sus
juegos bélicos agrupando en regimientos a los adolescentes campesinos de
las aldeas cercanas, a los que llamaba el “Ejercito jocoso”. En este
mismo poblado fue construida una fortaleza donde el joven zar simulaba
batallas.
A veces sus soldados marchaban por las calles de Moscú inspirando temor
a las personas que observaban su paso durante los desfiles. El mismo
Pedro encabezaba la columna tocando el tambor.
A Pedro le interesaba mucho el arte de la guerra y la marina. En
Izmáilovo el joven y sus compañeros reconstruyeron un viejo barco
inglés; este fue el punto de arranque de la época de la Marina de guerra
del país. Desde aquel momento comenzó la construcción de astilleros y
la creación de la Armada rusa.
En 1689, Pedro I aplastó los intentos de la regente Sofía para tomar el
poder por medio de un golpe palaciego y de nuevo con ayuda de los streltsí.
Apoyado por sus regimientos Preobrazhenski y Semiónovski, Pedro I
conjuró el peligro de la nueva sublevación. Sofía fue recluida en el
monasterio de Novodévichi, donde falleció tras 15 años de encierro.
Solo en el trono ruso y primer contacto con Occidente
En 1696, después de la muerte de Iván V, Pedro I se proclamó zar de
Rusia y se convirtió en el único y autocrático gobernador del Estado.
La personalidad de Pedro se formó bajo la influencia de los habitantes
de la llamada “colonia alemana” de Moscú. Pedro, llevado por la
curiosidad, frecuentó este barrio de extranjeros, donde observó sus
tradiciones y costumbres europeas y pudo comparar la vida tradicional de
su ambiente con los progresos occidentales. Así también entró en
contacto con comerciantes europeos.
Los extranjeros que residían en esa colonia tenían una educación,
cultura y, especialmente, tecnología más desarrollada que los rusos.
Gracias a su contacto con los alemanes de esta colonia, se despertó en
Pedro el interés por la cultura y la tecnología europea. Así, se formó
militar y políticamente.
Primer éxito militar
Para mejorar la posición de Rusia en el mar Negro, en 1695 lanzó un
ataque contra Asov —puerto cerca del río Don, en el mar de Azov—, que
conecta con el mar Negro y pertenecía al Imperio otomano. Pedro I
organizó la primera campaña de Azov pero sus intentos para tomar las
fortalezas otomanas y expulsar a los turcos de esas áreas fracasaron en
aquel año.
Entonces volvió a Moscú, donde ordenó la construcción de una gran
Armada. En el verano de 1696 envió 30 barcos contra los otomanos y tomó
Azov.
Aprendiendo en el exterior
Tras la conquista de este puerto, en la que probó la flota que había
creado, durante los años 1697 y 1698 Pedro viajó por Europa con la Gran
Embajada, una delegación rusa formada por hasta 250 personas en total,
estableciendo contactos diplomáticos en Prusia, Austria, Inglaterra,
Polonia y Alemania y buscando aliados en la lucha contra el Imperio
otomano.
El joven zar ruso viajaba de incógnito con el nombre de Piotr Mijáilov
aprendiendo en Prusia la técnica de la artillería, trabajando en los
Países Bajos como simple carpintero de ribera y estudiando construcción
naval; en Inglaterra examinando el trabajo del Parlamento, visitando
fábricas, hospitales, jardines botánicos, etc.
Gracias a sus viajes por Europa, Pedro I pudo estudiar con detenimiento
cómo se desarrollaba la vida económica y política de las potencias de
la época, adquiriendo ideas que pronto usaría en su propia nación.
Además invitó a más de 900 especialistas extranjeros a trabajar en
Rusia.
En el verano de 1698 estalló una nueva sublevación de streltsí contra la política reformista que Pedro I estaba emprendiendo en su búsqueda de vías para modernizar la nación.
El zar se vio obligado a regresar del extranjero a Moscú, donde aplastó
la revuelta con gran crueldad: en la Plaza Roja, cerca del kremlin
moscovita fueron ahorcados centenares de rebeldes insurgentes (unas
miles de personas en total). Las ejecuciones continuaron casi un año,
hasta la primavera de 1699.
Caminos al mar
El famoso poeta ruso Alexandr Pushkin
escribió en el poema “El jinete de bronce” que el primer emperador ruso
había abierto “la ventana a Europa”. Además, Pedro I abrió para Rusia,
un país terrestre, una salida al mar.
Hasta aquel momento el único puerto marítimo de Rusia era Arjánguelsk,
en el mar Blanco, el cual era navegable solo una parte del verano porque
el resto del año estaba cubierto por el hielo.
Pedro I transformó las tropas rusas —streltsí— en un Ejército
regular con soldados y oficiales en disposición de combate permanente y
creó la Armada para promover la política exterior orientada a ampliar
las fronteras rusas en todas las direcciones. Le obsesionaba la idea de
abrir para Rusia un camino al mar, en especial hacia el mar Negro y el
Báltico.
Mientras tanto, si en el mar Negro dominaban los turcos, el Báltico en
aquel tiempo estaba bajo el control de Suecia, una gran potencia
europea. De tal forma, abrir un acceso al mar Báltico significaba la
guerra contra el país escandinavo.
Tras firmar la paz con el Imperio otomano, Pedro I se enfrentó con
Suecia y sus aliados, Dinamarca, Sajonia, Noruega y Polonia-Lituania.
Al principio de la guerra, en 1700, las tropas rusas fueron derrotadas
en la batalla del puerto de Narva. Sin embargo, en 1708 en la batalla de
Lesnaya el rey sueco Carlos XII sufrió su primera derrota cuando Pedro
aplastó a un grupo de refuerzos suecos que marchaban desde Riga.
Posteriormente conquistó los territorios suecos de Ingria y Livonia,
penetrando en Suecia y consiguiendo la importante victoria de la batalla
de Poltava, con lo que logró asentarse en el Báltico oriental, al
conquistar Riga, Revel y Výborg.
Tras esta guerra victoriosa para Pedro I y que costó casi 25 años de
sangrienta lucha contra Suecia (la denominada “Guerra del Norte”), el
emperador consolidó la presencia de Rusia en el Báltico y recibió entre
sus contemporáneos el apodo de “el Grande”.
Sin embargo, en 1710 el Ejército ruso fue derrotado en el río Prut por
los turcos y perdió Azov, la salida al mar Negro. Esta pérdida fue
compensada por la conquista de la costa occidental del mar Caspio en una
guerra contra Persia (1722-1723).
Reformista
La política de extensión de Pedro el Grande transformó la Rusia antigua
en un imperio poderoso y la política interior intentó modernizar el
Estado al estilo de las naciones europeas occidentales. Mientras se
llevaban a cabo estos cambios, los partidarios de la línea patriarcal y
ortodoxa de Rusia culpaban al emperador de cambiar el camino histórico y
tradicionalista del país.
En los asuntos internos, al terminar la lucha contra los streltsí,
el zar reformador comenzó a combatir la sociedad feudal dominada por
los boyardos, también opuestos a la política de occidentalización.
Pedro I impulsó el cambio de la estructura socio-económica rusa, en
manos de los boyardos, para convertir el país en un Estado poderoso y
más afín a Occidente.
Inició cambios en la moda de los ciudadanos, prohibiendo, por ejemplo,
llevar barba o imponiendo el vestido occidental a todos los rusos a
excepción del clero y los campesinos. Aunque en realidad hubo reformas
mucho más profundas.
En 1711 Pedro I abolió la Duma de boyardos y creó el Senado y nueve
Colegios (o consejos ministeriales) que se convirtieron en los órganos
superiores de gobierno. Estableció una nueva estructura administrativa
que dividió el país en provincias, distritos y cantones. La nobleza tuvo
que incorporarse a la administración, al Ejército o a la corte.
Así, toda la sociedad quedó estructurada.
Pedro I reformó el sistema fiscal con nuevos impuestos y con la
ampliación del número de contribuyentes, estableciendo que cada hombre
tributase, mientras que antes se pagaba un solo impuesto por cada núcleo
familiar, sin importar cuantos varones tuviera.
El emperador desarrolló la tecnología y las ciencias y creó los
primeros institutos superiores, como la Escuela Politécnica y la
Academia de Ciencias de San Petersburgo.
Para asegurar la sumisión de la Iglesia ortodoxa y evitar su
intervención en política, en 1721 el patriarcado fue sustituido por un
sínodo, especie de Ministerio de Asuntos Eclesiásticos, presidido por el
zar.
También Pedro I abolió el calendario tradicional ruso, en donde el año
empezaba el 1 de septiembre, a favor del calendario juliano, que
comienza el 1 de enero.
Obra maestra: San Petersburgo
Pedro el Grande fundó San Petersburgo, llamada “la capital del norte” rusa, que desde 1703 hasta 1918 fue el centro político del país.
Levantó esta ciudad en las orillas del Golfo de Finlandia del mar
Báltico, en la cuenca del río Neva, algo que provocó muchas críticas por
ser una zona insegura y también por las numerosas pérdidas humanas
ocurridas durante la construcción de “la Venecia rusa”, como
también llaman a San Petersburgo, que está erigida sobre el agua. Según
una expresión figurada de los contemporáneos, esta ciudad está
construida no solo sobre el agua sino también “sobre los huesos de los
campesinos rusos”.
En cualquier caso, San Petersburgo se convirtió en una urbe
espectacular, famosa en todo el mundo por sus bellas muestras de
arquitectura, numerosos monumentos, parques y puentes.
Pedro I, uno de los personajes reformistas más importantes de Rusia,
aunque de carácter muy duro y déspota, realizó sus ideas de
transformación del Estado con fuerza y a menudo con crueldad pero fue
también un hombre brillante, poderoso y capaz.
Dignatario sin herederos dignos
El conde Henri de Saint-Simon en 1717 durante la visita de Pedro I a París, escribió:
“Es muy alto, de complexión proporcionada, bastante delgado, con la
cara un poco redonda, la frente amplia, cejas hermosas; tiene la nariz
bastante corta, pero no demasiado, y en punto un poco carnoso; una boca
bien formada aunque los labios bastante gruesos; de tez morena y rosada;
tiene los ojos negros y bonitos: grandes, vivos y perspicaces, de buena
forma; la mirada majestuosa y acogedora cuando se controla y se
mantiene; en caso contrario es severo. A menudo la cara se desencaja por
convulsiones, causando temor a los presentes, aunque duran
habitualmente solo un instante. Todo su aspecto muestra inteligencia,
pensamiento y grandeza y no está ausente de atracción”.
Pedro el Grande se casó dos veces. Su primera mujer fue Yevdokía
Lopujiná, fruto de un matrimonio arreglado por su madre, Natalia
Narýshkina. Tuvo dos hijos, Alejo (1690-1718) y Alejandro (1691-1692).
La página negra del reinado de Pedro I fue la muerte de su primer hijo,
el príncipe Alejo, que falleció en 1718, a los 28 años, condenado
a muerte por un complot contra su padre. Según algunos historiadores,
Alejo fue estrangulado por cortesanos del zar ruso en la fortaleza de
Pedro y Pablo en San Petersburgo.
El emperador ruso murió el 8 de febrero de 1725, a los de 52 años de
edad, en San Petersburgo, la nueva capital de su imperio, a consecuencia
de una neumonía.
Falleció sin dejar un heredero digno y fuerte. Tras su muerte en el
imperio que fundó comenzó una serie de reinados débiles hasta la
coronación de la emperatriz Catalina II la Grande.
FUENTE: RUSOPEDIA
LA HISTORIA DE PEDRO «EL GRANDE»