BIOGRAFÍA DE DON JOSÉ DE SAN MARTÍN

Marta Campos - Redactora

Jose san martin

Jose san martin

José de San Martín, nació el 25 de febrero de 1778 en el pueblo de Yapeyú-Argentina, situado a orillas del caudaloso río Uruguay, que dependía del Virreinato del Río de la Plata. Su padre, don Juan de San Marín, había nacido en España y se desempeñaba como teniente gobernador del departamento. Su madre, doña Gregoria Matorras, era sobrina de un conquistador del Chaco. Se trasladó a España junto con sus padres en el año 1786 donde ingresó al Seminario de Nobles de Madrid. En 1789 comienza su carrera militar en el regimiento de Murcia.

Luchó en la campaña de África combatiendo en Melilla y Orán. En 1797 es ascendido a subteniente por sus acciones frente a los franceses en los Pirineos. En 1797 su regimiento, que había participado en las batallas navales contra la flota inglesa en el Mediterráneo, se rindió en agosto de 1798.

Durante el período que sigue, lucha en diferentes acciones en el sur de España, en Gibraltar y Cádiz, con el gradode capitán 2° de infantería ligera. En 1808 las tropas de Napoleón invaden la Península y el rey Fernando VII es hecho prisionero. Estalla la rebelión contra el Emperador y su Hermano José Bonaparte, que había sido proclamado Rey de España. Se establece una Junta de Gobierno que actúa primero en Sevilla y luego en Cádiz. San Martín es ascendido por la Junta al cargo de ayudante 1° del regimiento de Voluntarios de Campo Mayor. Distinguido por sus acciones contra los franceses, llega luego a ser capitán del regimiento de Borbón.

El ejercito ataca a los franceses y los vence en la batalla de Baylén, el 19 de julio de 1808; allí se destaca San Martín. Esta victoria permite al ejército de Andalucía recuperar Madrid y es la primera derrota importante de las tropas de Napoleón. San Martín recibe el grado de teniente coronel y es condecorado con una medalla de oro. Continua luchando contra los franceses en el ejército de los aliados: España, Portugal e Inglaterra. Combate a las órdenes del general Beresford en la batalla de Albuera. Conoce a Lord Macduff, noble escocés, que lo introduce a las logias secretas que complotaban por la independencia de América del Sur. Por su intermedio obtuvo un pasaporte para viajar a Inglaterra, donde se encontró en 1811 con compatriotas de América española: Alvear, Zapiola, Andrés Bello, Tomás Guido, entre otros. Todos formaban parte de una logia que había fundado el «Precursor», Miranda, quien, junto con Bolivar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela.

En enero de 1812, San Martín se embarca hacia Buenos Aires en la fragata inglesa George Canning. Situación en América del Sur En la ciudad de Buenos Aires, el 25 de mayo de 1810 se había constituido la llamada Junta Grande, en forma similar a las juntas de España, que se oponían a la ocupación francesa de la Península, y gobernaban en nombre del rey Fernando VII mientras se encontrara prisionero. Se habían mandado emisarios a los cabildos de las distintas ciudades del Virreinato del Río de la Plata para que constituyan juntas de gobierno y reconozcan a la de Buenos Aires. Las poblaciones se dividen en las que adoptan juntas independientes de España y las que pretenden conservar el poder de los virreyes. La Junta de Buenos Aires nombra un cuerpo ejecutivo que se llamó el Primer Triunvirato. Sus miembros eran: Juan José Paso, Feliciano Chiclana y Manuel de Sarratea. La ciudad de Montevideo no reconoce a la junta de Buenos Aires y emprende hostilidades contra la Capital.

En Chile el cabildo se pronuncia contra la autoridad del Virrey. Desde el Alto Perú —hoy Bolivia— los realistas ocupan la provincia de Salta y avanzan sobre Tucumán, defendida por el Ejército del Norte comandado por Manuel Belgrano. El Paraguay se había independizado, adoptando una postura neutral a cargo de José Gaspar Rodríguez de Francia. Vemos que el panorama del río de la Plata no era muy halagüeño a principios de 1812 cuando llega San Martín. Primeros Actos A los pocos días de su arribo, le fue reconocido el grado de teniente coronel y el Triunvirato le encomendó la creación de un escuadrón, que luego fue el célebre regimiento de Granaderos a Caballo. Durante el año 1812 se ocupó de instruir a la tropa en las modernas técnicas de combate que conocía por su extensa actuación europea contra los ejércitos de Napoleón. Además, se ocupó de organizar una sociedad secreta que se denominó la Logia de Lautaro —este era el nombre de un caudillo araucano que defendió la libertad de su pueblo a los comienzos de la conquista española—. La sociedad estaba formada como las logias masónicas de Cádiz y de Londres, similar a la que en Venezuela tenía como miembros a Miranda, Bolívar y Andrés Bello. Su objetivo era: «trabajar con sistema y plan en la independencia de la América y su felicidad». Sus miembros principales, además de San Martín eran: Alvear, Zapiola, Bernardo Monteagudo, Juan Martín de Pueyrredón. En agosto de 1812 se casa con María de los Remedios de Escalada, mujer joven y bella, que pertenecía a una de las distinguidas familias del país.

En octubre de 1812, cuando llega la noticia de la victoria del ejército de Belgrano en Tucumán, se produce en Buenos Aires un movimiento preparado por la Logia con el objeto de imponer a sus candidatos en el Triunvirato. Con la presión de los cuerpos armados y del pueblo, se nombra el Segundo Triunvirato constituido por: Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte. Se exige además llamar a una Asamblea suprema con delegados de todas las provincias con el fin de dictar una constitución. Los primeros actos del Triunvirato consisten en reforzar el ejército y mandar una expedición para que ponga sitio a Montevideo, ocupada por los realistas.

En enero de 1813 se consolidan las posiciones militares: el general José Rondeau estrecha el sitio de Montevideo mientras en Buenos Aires, el domingo 31 de enero se reúne la Asamblea General Constituyente, conocida en la historia con el nombre de Asamblea del año 13, aunque se reunió durante varios años más. Casi todos los miembros de la Asamblea eran de la Logia de Lautaro. Se aprueban importantes reformas legales: El nombre del rey de España desaparece de los documentos públicos; la Asamblea se declara soberana; se eliminan los escudos de armas y los títulos de nobleza; Se aprueban los colores de la bandera de Belgrano, el escudo nacional, el himno; se elimina la Inquisición y se queman los instrumentos de tortura; se defiende la libertad de imprenta; se pone límite a la esclavitud decretando la «libertad de vientres». Combate de San Lorenzo Los realistas de Montevideo dominaban los ríos interiores con su flota, asolaban las poblaciones costeras y hacían frecuentes desembarcos para obtener ganados y otros alimentos. En enero llegó a Buenos Aires la noticia de que se preparaba una escuadra realista mandada por el corsario Rafael Ruiz y las tropas de desembarco por el capitán Juan Antonio Zabala.

El 28 de enero, el Triunvirato ordena al coronel San Martín que protegiese las costas del Paraná del desembarco realista. Los granaderos siguieron el avance de la flota enemiga que constaba de 11 naves y unos trescientos soldados. Las naves pasaron el pueblo de Rosario y fondearon frente al Monasterio de San Carlos, en San Lorenzo, aguas arriba. Los españoles bajaron a tierra, subieron las altas barrancas y se encontraron con los pacíficos frailes. Luego llegaron algunos paisanos al mando de Caledonio Escalada, comandante militar del Rosario, y, cuando los realistas volvían a embarcarse, intercambiaron algunos disparos de cañón. El dos de febrero por la noche llegan los granaderos de San Martín al convento y se ocultan en el patio, en silencio, sin encender fuegos. Desde la torre del convento, el Coronel vigilaba las señales de luces de las naves enemigas. Cuando despuntaba el sol del día 3 de febrero, las lanchas de la expedición realista tocaban tierra y subían el barranco en dos columnas dispuestos al combate. San Martín dividió a los granaderos también en dos columnas que, cuando sonó el clarín, cargaron desde cada lado del convento. En la primera carga, el caballo de San Martín fue derribado trabando una pierna del Coronel. El granadero Baigorria traspasa con una lanza a un soldado español que intentaba herir a San Martín. El soldado Juan Bautista Cabral echó pie a tierra y levantó el caballo permitiendo a su jefe incorporarse, entonces fue herido de muerte.

A las pocas horas del combate, ya conociendo el resultado, pronunció las famosas palabras: «¡Muero contento! ¡Hemos batido al enemigo!» La victoria había sido obtenida en pocos minutos. Los realistas escaparon por la barranca abandonando sus armas, cañones y estandartes. La flota enemiga retornó derrotada a Montevideo y nunca más volvió a incursionar por el Paraná. San Martín escribió el parte del combate bajo la sombra de un añoso pino y regresó en triunfo a Buenos Aires. Poco tiempo después se conocía el triunfo del General Belgrano frente a los realistas en la batalla de Salta, donde se rindió el ejército al mando de Pio Tristán.

El año trece comenzaba favorable a los patriotas. El Ejército del Norte. Manuel Belgrano, luego de la batalla de Salta, se internó en las tierras del Alto Perú en persecución de los realistas pero debió retroceder hasta sus posiciones anteriores, en el valle de Lerma, luego de las derrotas de Vilcapugio ( 1° de octubre) y Ayohuma ( 14 de noviembre). Entonces el Triunvirato envía al norte a San Martín con un pequeño ejército de infantería y el cuerpo de Granaderos a Caballo. El ejército derrotado se reúne con las tropas de refuerzo en la posta de Yatasto, en el camino entre Salta y Tucumán, donde ambos patriotas se conocen y sellan una amistad que duraría toda sus vidas. Mientras tanto el 31 de enero de 1814, en Buenos Aires, la Asamblea nombra Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata a Don Gervasio Antonio Posadas por un período de dos años, sustituyendo el Triunvirato anterior. También en enero, San Martín toma el mando de un ejército derrotado, quedando Belgrano como su subordinado.

El ejército realista, a cuyo frente estaba el general Pezuela, amenazaba las provincias de Salta y Jujuy. El ejercito patriota se concentra en la ciudad de Tucumán y el General comienza a instruirlo formando una nueva escuela militar y hace incorporar nuevos reclutas. La frontera norte queda defendida por partidas de gauchos montados, al mando del valeroso teniente coronel Martín Güemes, natural de Salta y gran conocedor del terreno, que detienen, causan estragos en el avance realista, levantando a la población en contra del enemigo. Mientras tanto en el Río de la Plata, la flota al mando del comandante Guillermo Brown vencía a la armada realista frente a Montevideo y lograba establecer el cerco marítimo que obligaría luego a rendir la plaza al ejército comandado por el general Alvear (junio de 1814). Al conocer esta derrota, los realistas, que intentaban conquistar las Provincias Unidas por la frontera norte, iniciaron la retirada concentrando sus fuerzas en el Alto Perú. Plan Continental Al poco tiempo de encontrarse San Martín en Tucumán, se dio cuenta que era imposible llegar a Lima, que en ese momento era el centro del poder realista, por el camino del Alto Perú. Cada ves que un ejército realista descendía del altiplano hacia los valles de Salta, era derrotado y , cada vez que un ejercito patriota ingresaba en el Alto Perú, era también aniquilado. Fue entonces que el General concibió la idea, que luego realizaría con éxito, de cruzar la cordillera y atacar la ciudad de Lima por el mar. Para mantener segura la frontera del norte bastaban las tropas salteñas al mando del general Güemes.

El plan de conquistar el Perú por el Pacífico era lo que él llamaba «su secreto», que era compartido por unos pocos amigos de la Logia Lautaro. En el mes de abril de ese año, una enfermedad le obliga a pedir licencia y pasa a restablecerse a una estancia cerca de la ciudad de Córdoba dejando al general Cruz al mando de las tropas del Ejército del Norte. En agosto de ese año, por solicitud del general, el director Posadas lo nombra Gobernador Intendente de Cuyo, pues su estado de salud era delicado. En realidad San Martín se situaba en una posición muy conveniente para iniciar los planes que luego liberarían medio continente. Tardaría siete años para entrar en Lima. Cuando el futuro Libertador se instalaba en Cuyo, del otro lado de la Cordillera de los Andes, la revolución del que se llamaba en aquel entonces «Reino de Chile», estaba en peligro: había sido invadido por las fuerzas realistas del Virreinato del Perú y luego de varias batallas, las fuerzas patriotas al mando de O´Higgins y José Miguel Carreras son derrotadas en la batalla de Rancagua (1° de octubre de 1814), donde los ejércitos chilenos son aniquilados dejando abierto el camino a la capital, Santiago. El general Carrera con el resto del ejército cruzó la cordillera refugiándose en el territorio de Cuyo, gobernado por San Martín. A Buenos Aires llegaban las noticias de que Napoleón había sido vencido y confinado a la isla de Elba. El rey Frenado VII había entrado en Madrid luego de seis años de cautiverio. El primer acto de gobierno fue abolir la constitución de Cádiz y condenar a muerte a todo aquel que se opusiera a su soberanía. Al poco tiempo restableció el Tribunal de la Inquisición.

Es en este momento que la Revolución Sud Americana parece derrotada en todos sus frentes. Perdido Chile y el Alto Perú, con los realistas fuertemente establecidos en Lima; la revolución venezolana era vencida y sus líderes, Bolívar y Mariño, se refugian en Cartagena; los liberales españoles perseguidos. Sólo en el Río de la Plata ondean los estandartes de la Libertad y la Independencia. Gobernador de Cuyo En Buenos Aires, a comienzos de 1815 se produce la renuncia del Director Supremo, Posadas, y es nombrado en su remplazo el general Carlos María de Alvear, que estaba enfrentado con San Martín, quien para evitar una destitución, solicita su reemplazo. Alvear nombra entonces Gobernador de Cuyo al coronel Gregorio Perdriel. Esto pone a la ciudad de Mendoza en conmoción y, reunido el cabildo el 16 de febrero, solicitan al Director Supremo que conservase en el gobierno al general San Martín, alegando que había un peligro cierto de una invasión realista a través de la cordillera. El Director entonces accede a la petición del Cabildo de Cuyo y confirma a San Martín en el cargo. Al poco tiempo, en Buenos Aires, el Cabildo pide la renuncia de Alvear y es nombrado como Director Supremo el general Rondeau, con la condición de disolver la Asamblea (que había sido nombrada por los cabildos provinciales) y llamar a un nuevo congreso elegido por el sufragio universal (18 de abril). Terminaba así la importancia de los cabildos, que era una herencia de la tradición colonial. Los ciudadanos de Mendoza se constituyen en cabildo abierto. Deciden que no obedecerán a ningún gobierno que no sea elegido por la voluntad de los pueblos y que declara nulo el nombramiento del Gobernador Intendente hecho por el Director Supremo. Se aclama a continuación a San Martín como Gobernador de cuyo por la voluntad popular. Los cabildos de San Juan y San Luis confirmaron estas declaraciones.

Entonces San Martín emprende la creación del Ejército de los Andes, en el que el pueblo de Cuyo contribuyó con todo lo que podía. Se establecieron nuevos impuestos, se rematan las tierras públicas, se crea una contribución extraordinaria de guerra, se recibieron donaciones en joyas y en dinero, se gravó con un peso cada barril de vino. Además se usaban los transportes de carretas en forma gratuita para los materiales que necesitaba el ejército y a las personas, sin retribución para trabajos públicos, los artesanos servían en los talleres militares sin sueldo, y las mujeres contribuían con sus labores cosiendo gratuitamente los uniformes de los soldados. Se conoció en esos momentos que España preparaba una expedición de diez mil hombres, al mando del general Murillo, que se dirigía hacia el Río de la Plata a sojuzgar a los rebeldes y someterlos al dominio del rey. El entonces coronel San Martín reunió al pueblo de Cuyo en cabildo abierto y el 6 de junio de 1815 distribuyó un bando que conviene transcribir en parte porque demuestra el temple del Libertador: «Es llegada la hora de los verdaderos patriotas. Se acerca al Río de la Plata una expedición de diez mil españoles. Ya no se trata de encarecer y exaltar las virtudes republicanas, ni es tiempo de exhortar a la conservación de la fortunas o de las comodidades familiares. El primer interés del día es el de la vida: este es el único bien de los mortales. Sin ella, también perece con nosotros la patria. Basta de ser egoístas para empeñar el último esfuerzo en este momento único que para siempre fijará nuestra suerte. A la idea del bien común y a nuestra existencia, todo debe sacrificarse. Desde este instante el lujo y las comodidades deben avergonzarnos… Desde hoy quedan nuestros sueldos reducidos a la mitad. El empleado que no quiera donar lo que deja de percibir recibirá un boleto par su abono en mejores circunstancias.

Yo graduaré el patriotismo de los habitantes de esta provincia por la generosidad… Cada uno es centinela de su vida.» Las damas de Mendoza, encabezadas por María de los Remedios de Escalada de San Martín, su esposa, fueron recibidas por el cabildo en audiencia y, en presencia del pueblo, se despojaron de sus alhajas y donaron sus joyas a la patria. Llegamos así al final del año 1815 con las desalentadoras noticias de la derrota del Ejército del Norte, dirigido por Rondeau, en la batalla de Sipe-Sipe el 29 de noviembre de dicho año y deben regresar a Salta. Las fuerzas del virrey del Perú, comandadas por el general Osorio, dominan Chile. El ejército de Murillo, que debía llegar a Buenos Aires había desembarcado en Venezuela y batía a las tropas de Bolívar. Fue entonces cuando San Martín, al mando del pequeño ejército de Cuyo era la única esperanza de las Provincias Unidas. Es en estas circunstancias que reúne a sus oficiales y expone su plan del paso de los Andes y la reconquista de Chile. El año 1816. A fines del año anterior había sido restituido Fernando VII, al que en la Península llamaban «El Deseado». Sus primeras disposiciones en el trono defraudaron a los americanos. Cono ya dijimos, derogó la Constitución de Cádiz, que habían establecido las Cortes y se habían declarado Soberanas y, lo que es peor, declaró «reo de lesa Majestad» a los independientes, imponiéndoles la pena de muerte. Esto tarjo como consecuencia que los generales realistas cometieran enormes crueldades contra las poblaciones rebeldes, especialmente en Venezuela y en el Alto Perú. A principio de año comienzan a llegar a la ciudad de Tucumán los delegados de las distintas provincias —electos por sufragio universal— y el 24 de marzo se constituye allí el Soberano Congreso Nacional de las Provincias Unidas del Río de la Plata.

La Gobernación de Cuyo tenía cuatro delegados, amigos de San Martín y miembros de la Logia Lautaro. Por la provincia de San Juan: fray Justo de Santa María de Oro y don Agustín Maza; por Mendoza: Tomás Godoy Cruz y Francisco Narciso Lapida; por San Luis, Juan Martín de Pueyrredón, que estaba distanciado de San Martín por su actuación en el episodio de la disolución del primer Triunvirato en 1812. San Martín insiste ante los delegados de su gobernación en la pronta reunión del congreso. En el mes de mayo el Congreso trata de la elección del nuevo Director Supremo. El primer candidato considerado es Belgrano, luego se piensa en San Martín, pero los delegados de Cuyo se oponen, finalmente es designado el día 3 de ese mes Juan Martín de Pueyrredón como Director Supremo, con el consentimiento de los delegados de San Martín. Godoy Cruz había limado las asperezas entre los dos patriotas. Mientras tanto, San Martín, como Gobernador de Cuyo, insistía ante el Director Supremo la conveniencia de acometer la empresa del paso de los Andes. Ya había comenzado con sus actividades de espionaje y tenía confidentes en Santiago dentro de las esferas realistas que le comunicaban las actividades del gobernador Osorio, y luego las de su reemplazante Marcó del Pont. Así mismo sus espías fomentaban la insurrección en los patriotas de Chile preparando el terreno para la futura invasión. Había sido San Martín propuesto para comandar el ejército del Perú en reemplazo del general Rondeau, pero él no confiaba en el éxito de esta empresa y recomienda al Director que nombre a Manuel Belgrano en su lugar.

Durante este año se llevan a cabo varias batallas navales realizadas por corsarios con el pabellón del Río de la Plata, que capturan presas entre los barcos que realizan la travesía entre América y España, interceptando valiosos cargamentos, entorpeciendo el tráfico de esclavos, lo que le vale a estas provincias el reconocimiento de la opinión liberal de Europa. A su vez se intercepta correspondencia confidencial que permite conocer el verdadero estado de las tropas realistas en el Caribe y en Venezuela y por este medio se conoce en Buenos Aires los progresos de Bolívar y de las tropas independientes de México. En este contexto se prepara la expedición del Comandante Guillermo Brown, secundado por Hipólito Buchardo, que partiendo desde el Río de la Plata, dobla el cabo de Hornos y ataca las fortalezas Españolas de Chile y luego los puertos fortificados del Callao y Guayaquil. Esto permite a los patriotas conocer las defensas de estos puertos que luego serían de utilidad para la campaña al Perú y formarían el comienzo de la flota libertadora. Luego de la derrota de Sipe-Sipe en el Alto Perú, San Martín cree que ya ha llegado el momento de promover su idea de la conquista de Lima por el Pacífico. Envía entonces a su delegado, Manuel Ignacio Molina, a Buenos Aires para convencer al Director de la conveniencia de la expedición a Chile. El Ministro de Guerra era Tomás Guido, amigo de San Martín y miembro de la Logia, que ya estaba al tanto de la idea del Libertador, pero el gobierno no estaba convencido aún. La misión de Molina, si bien no pudo convencer al gobierno de autorizar la expedición, al menos consiguió una ayuda de 5.000.- pesos mensuales para el ejército. Sirviéndose de la astucia, San Martín hace correr la noticia que su ejército se preparaba para marchar hacia el Alto Perú.

Hizo los preparativos del traslado para intentar que los realistas cruzaran la cordillera pensando que Mendoza quedaba desguarnecida, y así vencerlos en una batalla de este lado de la cordillera. Pero Marcó del Pont no cayó en la celada y nada hizo. San Martín envía entonces a Buenos Aires a su ayudante de campo, José Antonio Álvarez Condarco, ingeniero militar, con un detalle de la campaña que planeaba. Condarco se entrevista con Antonio González Balcarce, que actuaba en forma interina hasta la llegada del nuevo Director Supremo. Pueyrredón era partidario ya del plan de la invasión a Chile, entonces dio instrucciones de apoyar a San Martín con los pertrechos de campaña (mes de junio). A partir de entonces la Capital comenzó a enviar suministros que hicieron posible la expedición. San Martín insiste además ante sus delegados al Congreso en la necesidad de declarar la independencia. Le escribía a Godoy Cruz: «¿Hasta cuándo esperamos para declarar nuestra independencia? ¿No es una cosa bien ridícula acuñar moneda, tener pabellón y cocarda nacional, y por último, hacerle la guerra al soberano de quien se dice dependemos… …Los enemigos (y con mucha razón) nos tratan de insurgentes, puesto que nos reconocemos vasallos.» «Si esto no se hace, el Congreso es nulo en todas sus partes, porque reasumiendo la soberanía, es una usurpación que se hace al que se cree verdadero soberano, es decir, al rey de España.» El 9 de julio el Congreso declara la independencia de las Provincias Unidas del Río de la Plata de la dominación de los reyes de España y su metrópoli. Ya no había posibilidad de reconciliación con Fernando VII. Pensando en los pasos para cruzar la cordillera, San Martín aprovecha el hecho de la declaración de la independencia para notificar de ella a Marcó.

Envía a Álvarez Condarco por el paso de Los Patos (el más largo) para entregar el acta a los jefes realistas. Antes de partir le dijo: «como es seguro que así entregue usted el pliego que lleva lo despedirán con cajas destempladas por el camino más corto, que es el de Uspallata (si no lo ahorcan) dará usted la vuelta redonda y podrá a su regreso formarme un croquis sobre el papel.» El 15 de julio se reúnen en Córdoba el Director Pueyrredón con San Martín donde combinan los aspectos de la expedición. A partir de allí sellan su amistad que durará toda sus vidas. Queda así decidida la expedición a Chile. El cruce de los Andes Una vez obtenido el apoyo político a su proyecto, San Martín se dispone a realizar los preparativos de la empresa. La maestranza estaba a cargo de fray Luis Beltrán, natural de Mendoza, quien dejó los hábitos y, comandando trescientos trabajadores, fundió cañones, balas, granadas y preparó todos los implementos necesarios para la difícil marcha. La armería estaba a cargo del mayor De la Plaza y la fábrica de pólvora la dirigía el mayor ingeniero José Antonio Álvarez Condarco. Para los uniformes, Beltrán construyó una tejeduría y una tintorería para proveer los paños que las damas de Mendoza luego cosían. El Director Supremo, ya instalado en Buenos Aires, el día 1° de agosto promueve al entonces coronel mayor San Martín al grado de general en jefe del Ejército de los Andes, acuñando el nombre con que se conocería al ejército libertador de la mitad de América del Sur. Luego aumentó la asignación para dicho ejército a 8.000.- pesos mensuales.

En septiembre de ese año, traslada su ejército, que se componía de 4.000 hombres, al campamento del Plumerillo, al norte de la ciudad de Mendoza, donde Los soldados y los jefes se entrenan para el combate. Desde allí se completaron los últimos pertrechos necesarios. El día 5 de enero de 1817, el ejército se dirige formado de gran parada hasta Mendoza donde, en presencia de las autoridades y del pueblo, juran la bandera celeste y blanca del ejército y como patrona, a la virgen del Carmen. San Martín ocultaba el punto por donde cruzarían la cordillera y hacía llegar a Marcó del Pont rumores de distintos posibles pasos, insinuaba que cruzaría por el sur y luego hacía correr rumores de que atacaría por el norte con el objetivo de dividir sus fuerzas y lograr una sorpresa. Todo estaba listo en el Plumerillo para cruzar el ejército de 4000 hombres, con sus caballos cañones municiones y víveres para un mes. Dos divisiones, al mando del general Miguel Estanislao Soler y O´Higgins cruzarían por el Paso de los Patos. Otra, al mando de Las Heras, debía marchar por el camino de Uspallata con la artillería. Una división ligera al mando de Juan Manuel Cabot cruzaría desde San Juan por el Portezuelo de la Ramada y apoderarse de Coquimbo. Otro destacamento ligero debía cruzar desde La Rioja y ocupar Copaipó cruzando la cordillera por el paso de Vinchina.

Por el sur, el capitán Freyre penetraría por el Planchón para apoyar a las guerrillas chilenas. Durante la segunda mitad de enero partieron las distintas divisiones llevando instrucciones secretas. Las órdenes eran que todos aparecieran simultáneamente sobre el territorio chileno entre el seis y el ocho de febrero. Quiero transcribir aquí el parte enviado por el Libertador al Director Pueyrredón, ya desde el lado chileno de la cordillera: «El tránsito de la Sierra ha sido un triunfo. Dígnese V. E. figurarse la mole de un exército moviéndose con el embarazoso bagaje de subsistencias para quasi un mes, armamento, municiones, y demas adherentes por un camino de cien leguas, cruzado de eminencias escarpadas, desfiladeros, travesías, profundas angosturas, cortado por cuatro cordilleras; en fin donde lo fragoso del piso se disputa con la rigidez del temperamento. Tal es el camino de los Patos que hemos traído…» En efecto, a las dos de la tarde del 8 de febrero, las dos columnas principales ocupaban los pueblos de San Antonio de Putaendo y Santa Rosa de los Andes despejando el camino hacia el Pacífico. Segunda Parte: Libertador de Chile Batalla de Chacabuco El día 10 de febrero, todo el Ejército de los Andes se encontraba concentrado en el valle de Aconcagua, listo para subir la cuesta de Chacabuco y lograr una batalla decisiva. El ejército realista se concentraba en el valle acudiendo rápidamente con tropas desde Santiago. San Martín reunió a sus oficiales para explicar el plan de combate que realizarían al día siguiente, sin dar tiempo a que los realistas se agruparan. Dividió al ejército en dos columnas, una al mando del general Soler, y la otra al mando de O´Higgins. El ejército realista estaba al mando del brigadier Maroto. A la madrugada del día 12 las columnas comenzaron la ascensión de la cuesta de Chacabuco, tomando la división de Soler por la derecha y la de O’Higgins la de la izquierda. El ala izquierda se puso en contacto con los realistas, luego de cargar bajando la cuesta, a media mañana. La resistencia era sostenida y el combate resultaba indefinido hasta que, cerca del mediodía, llegó el ala de Soler, al trote y a la carga, lo que definió la batalla. Los realistas dejaron en el campo 500 muertos, 600 prisioneros y mucho armamento. Los patriotas perdieron 12 hombres y tuvieron 120 heridos. Los realistas huyeron en desorden a Santiago pero no atinaron defensas, Marcó del Pont sólo pensaba en escapar, mandó al puerto de Valparaíso sus pertenencias y alistó sus cosas para la huida. El 14 de febrero, San Martín entró triunfal a Santiago de Chile. El cabildo se reunió el día 18 aclamando al Libertador como gobernador de Chile. Renunció a ese honor y fue entonces electo O´Higgins Director Supremo del Estado de Chile. El general realista, Maroto, se embarcó en el puerto de Valparaíso con algunas tropas que pudo salvar. Marcó del Pont se retrasó de la columna y cuando llegó ya no quedaban naves en el puerto. Huyó hacia el sur pero fue tomado prisionero por los patriotas. Esta victoria, la conquista del «Reino de Chile» como se lo conocía en la denominación española, trajo alivio en Buenos Aires. La situación para los patriotas seguía siendo difícil: la ciudad de Montevideo había sido ocupada por un ejército Portugués, el ejército del Norte retrocedía hacia Jujuy, como lo había previsto San Martín, y el Gobernador de Salta, Martín Güemes resistía. La victoria de Chacabuco cambió la suerte de la América del Sur y a partir de este momento los realistas comenzaron su repliegue. Los que pudieron escapar, al mando del general Ordóñez, perseguidos por el general Las Heras, se retiraron a marcha forzada hasta la fortaleza de Talcahuano, al sur de Chile.

Resistieron allí un sitio de las tropas patriotas que duró todo el año 1817. Se creó entonces el Ejército Unido, formado por el de Chile, y el Ejército de los Andes. O´Higgins comandaba el ala Chilena y San Martín era el General en Jefe de Todo el Ejército. Siguiendo con su plan continental, San Martín sabía que sin el dominio de mar, no era posible dominar Chile y Perú porque la costa tenía bastiones como el Callao o Talcahuano que eran fácilmente abastecidos de víveres, soldados y munición. Al mes de la batalla de Chacabuco, cruzó nuevamente la Cordillera, llegó de incógnito a Buenos Aires para evitar los festejos y las demostraciones populares a las que no era afecto, y negoció con el Director Supremo el envío de una misión a Londres con el objeto de crear una escuadra para dominar las costas del Pacífico y quebrar el dominio realista en esos mares. El Ingeniero Álvarez Condarco viajó a Londres para supervisar la compra de las naves mientras Álvarez Jonte buscaba marinos que comandaran dicha escuadra. Cancharrayada y Maipú En los últimos días de 1817, San Martín, como generalísimo del Ejército Unido, mandó una delegación a Lima, en nombre de los aliados, proponiendo al Virrey del Perú la regularización de la guerra y el canje de prisioneros. Pero, como siempre, el motivo oculto de la misión a cargo del mayor Domingo Torres, era ponerse al tanto de los planes del enemigo. El enviado regresó a Valparaíso trayendo la información de que un ejército realista, al mando del general Osorio, se embarcaba en cuatro fragatas para recuperar Chile. Los primeros días de enero de 1818 la expedición llegaba a la fortaleza de Talcahuano donde desembarca. Las tropas de Osorio se unen con las del general Ordóñez formando un ejército de más de 5000 hombres. Sin perder tiempo comienzan la marcha hacia el norte, para llegar a Santiago. Los patriotas al mando de O´Higgins levantan el sitio y emprenden la retirada hacia la capital para unirse a el resto del ejército. La noche del 19 de marzo el ejército realista avanzó por la planicie de Cancharrayada sorprendiendo a las fuerzas de O´Higgins en la oscuridad.

Los patriotas se defendieron valientemente hasta que el Director fue herido en el brazo. Entonces las fuerzas del Ejército Unido retrocedieron en desorden perdiendo todo el parque y la artillería. El mando fue asumido entonces por el coronel Las Heras que organizó una retirada a marchas forzadas hacia la capital. En Santiago, la noticia del revés hizo entrar en pánico a la población, mientras que los generales patriotas trataban de reagrupar sus fuerzas en derredor del campamento de Maipo. Cuando O´Higgins supo de los acontecimientos de la capital, apuró su regreso cabalgando día y noche para reasumir el gobierno de la nación. La presencia del líder hizo retornar la calma en la ciudad y comenzaron los preparativos para la defensa. A los diez días de la derrota, el Ejército Unido estaba nuevamente en condición de combate con cerca de 4000 hombres de infantería, 22 piezas de artillería y 1000 jinetes, cinco batallones chilenos y cuatro argentinos. El ejército patriota estaba desplegado en una altura llamada Loma Blanca, a diez kilómetros de Santiago. El 5 de abril las avanzadas comunicaron que los realistas marchaban en masa hacia el camino que une Santiago con Valparaíso. San Martín relata así la disposición para el combate: «Baxo la conducta del benemérito brigadier general Balcarce puse desde luego toda la infantería; la derecha mandada por el coronel Las Heras; la izquierda por el teniente coronel Alvarado; y la reserva por el coronel D. Hilarion de la Quintana; la caballería de la derecha al coronel D. Matías Zapiola con sus escuadrones de granaderos; y Freyre con los escuadrones de la escolta del Exmo. Director de Chile, y los cazadores a caballo de los Andes.»

Al mediodía los ejércitos se hallaban frente a frente. Los patriotas avanzaron hacia las posiciones realistas y entraron en encarnizado combate. Los realistas resistieron a pie firme durante varias horas pero luego comenzaron a replegarse, terminado derrotados. A última hora llegó O´Higgins convaleciente de su herida, quien fue aclamado por las tropas victoriosas. Las pérdidas realistas fueron alrededor de 1000 hombres, doce cañones, 2200 prisioneros y todo el parque y municiones. Osorio se retiró con solamente 1200 hombres hacia Talcahuano pero casi sin armamento. Allí esperó órdenes del virrey Pezuela, quien dio por perdido el norte de Chile y le ordenó embarcarse para el Perú, quedando en la fortaleza una fuerza de defensa de 1000 hombres al mando del coronel Juan Francisco Sánchez. Pocos días después de la victoria de Maipú, San Martín emprende el camino a Buenos Aires llegando con sigilo para sustraerse a las manifestaciones de la muchedumbre. No obstante ello, el Director Supremo, Pueyrredón, prepara una recepción pública en el Congreso que se realiza el 17 de mayo, en honor al héroe de Chacabuco y Maipú. El objetivo del viaje era apurar la disposición de los fondos necesarios para crear y mantener la flota del Pacífico, que era la única manera de evitar el abastecimiento de los puertos realistas, desde donde podían enviara refuerzos y reconquistar Chile. Una vez dominado el mar, el camino al Perú estaba despejado. Las reuniones secretas tuvieron lugar en la quinta que Pueyrredón tenía en el pueblo de San Isidro, y allí concurrieron los miembros de la logia. Una vez logrado el apoyo, San Martín quiso volver nuevamente a Chile pero quedó detenido en Mendoza debido a las grandes nevadas en la cordillera.

Allí recibe notificación de Pueyrredón diciendo que el empréstito de 500.000 pesos, necesario para equipar a la flota era imposible de lograr. Es entonces que desde Mendoza envía su renuncia como general del Ejército Unido a los directores Pueyrredón y O´Higgins (4 de setiembre de 1818). Pocos días después recibe una comunicación del Ministro de Guerra autorizándolo a girar hasta la suma convenida para crear la flota. La escuadra del Pacífico La flota que dominaría el Pacífico con el pabellón chileno y llevaría al ejército libertador al Perú se formó por astutas y valientes capturas de buques españoles y la compra de naves inglesas y americanas. El primer buque de guerra fue el bergantín español llamado Águila, de 16 cañones, que entró engañado a Valparaíso luego de la batalla de Chacabuco porque los patriotas dejaron las banderas realistas flameando en la fortaleza. Fue capturado y, bautizado con el nombre de Pueyrredón. En su primera misión fue enviado a la isla Juan Fernández a rescatar los patriotas prisioneros de los realistas. Entre ellos estaba Manuel Blanco Encalada, quien sería luego comandante de la flota. Luego llegó el Windham de 44 cañones, comprado por Álvarez Condarco en Londres. Fue la gloriosa Lautaro. Con estos dos buques, luego de la victoria de Maipú, persiguieron a la flota española compuesta por la Esmeralda, la Venganza y el Pezuela que bloqueaba Valparaíso y entorpecía la navegación y hostigaban a los buques neutrales que llegaban al puerto. En abril de 1818, la Lautaro y el Pueyrredón salieron del puerto y se trabaron en combate con la Esmeralda consiguiendo abordarla. Luego de un fiero combate la nave española pudo escapar por su mayor velocidad y dirigirse a Talcahuano.

Aunque no se pudo tomar la presa, desde ese momento, la marina chilena dominó las costas de Valparaíso. En Julio se compró una corbeta americana que se bautizó como Chacabuco, luego otro bergantín americano que se llamó Araucano, En agosto llegó un navío poderoso, de 60 cañones, contratado por Condarco en Londres, que se denominó San Martín y se pagó con los fondos que había dispuesto Pueyrredón luego de la renuncia del general. El mando de la armada fue confiado a Manuel Blanco Encalada. Los patriota tenían a fines de 1818 una escuadra que podía combatir contra los realistas en el Pacífico. Mientras tanto, en mayo de 1818, zarpaba de Cádiz con rumbo a Chile, una expedición española de once transportes, que conducían 2000 soldados, escoltadas por dos naves de guerra, una de ellas era la poderosa María Isabel, de 50 cañones. La noticia se conoció en Buenos Aires, por los agentes del gobierno argentino en Cádiz en el mes de julio. Pueyrredón envió a los bergantines Lucy y el Intrépido para que se incorporen a la flota chilena. En agosto arribó a Buenos Aires el Trinidad, uno de los transportes españoles con la tripulación sublevada. De esta manera los patriotas conocieron el punto de reunión y el código de señales de la escuadra realista. En octubre zarpaba de Valparaíso la escuadra chilena al mando de Blanco Encalada, y comandando la infantería de marina el capitán Guillermo Miller. Debían interceptar el convoy realista. Encontraron a la María Isabel en el puerto de Talcahuano, protegida por los cañones de la fortaleza. En una valiente acción de los marinos y los infantes, capturaron la nave y la llevaron a Valparaíso donde fue bautizada como la O´Higgins.

Cayeron en manos de los patriotas cinco transportes con todos sus bagajes. El resto huyó al Callao. Así, Chile, en poco tiempo dominó el Pacífico. La última expedición española que partió hacia América había sido aniquilada a fines de 1818. Llegaba entonces a Valparaíso Thomas Alejandro Cochrane, lord escocés, miembro del parlamento y héroe de muchas batallas en las flotas de Inglaterra. Había aceptado los ofrecimientos de los agentes de San Martín y O´Higgins en Londres. Fue nombrado jefe de la escuadra chilena con el grado de Vicealmirante y Blanco Encalada, conociendo la capacidad del nuevo jefe, se puso a sus órdenes. Los independientes, a fines de 1818 podían dominar el Pacífico. Éste era el paso previo para poder llevar el ejército al Perú. Sucesos del año 1819 En enero, las tropas patriotas al mando del general Balcarce, que sumaban más de 3000 hombres, se dirigen al sur de Chile, para reforzar a las fuerzas de Zapiola, que hostigaban a las del coronel realista Sánchez, acampados sobre las márgenes del Bío-Bío y ocupando la ciudad de Concepción. Los realistas, que no se habían sentido capaces de defender las posiciones que tenían, habían evacuado la ciudad a fines del año anterior y se habían replegado a la los Ángeles. Ante el avance de Balcarce, luego de algunas escaramuzas, Sánchez se retira nuevamente hacia el sur, a las tierras de los indios araucanos, encerrándose en la plaza de Valdivia. Balcarce da por terminada la campaña, pues por tierra era imposible transportar allí grandes ejércitos, y regresa a Santiago. Ese mismo mes de enero partía la flota chilena al mando de Cochrane, con el navío San Martín, las fragatas O´Higgins y Lautaro y la corbeta Chacabuco. En febrero bloquean el Callao, puerto de Lima, donde se hallaba la flota española del Pacífico, compuesta por las fragatas Esmeralda y Venganza y varias naves menores, protegidas por los cañones de la fortaleza. Luego de algunos combates navales, apresan a la goleta Motezuma y la flota permanece bloqueando el puerto con algunos buques y con otros hostiga a los puertos del norte. Vuelve a Valparaíso para abastecer la flota y construir una batería de cohetes, nueva arma ensayada en Europa. Prepara sus naves y en octubre de ese año intenta nuevamente destruir a la flota española en el Callao.

No tiene éxito por la falla de las nuevas armas pero la flota consigue varias presas en el puerto de Guayaquil y Miller desembarca la infantería en Pisco y ocupa por unos días la ciudad. Cochrane envía la flota a Valparaíso y sólo con la O´Higgins se decide ocupar Valdivia, al sur de Chile y en los primeros meses de 1820 conquista la fortaleza y expulsa a los realistas que se refugian en la isla de Chiloe. Mientras el Ejército Unido y la escuadra chilena obtienen estas victorias, y en el norte, Bolívar combate contra el ejército de Murillo por la libertad de Colombia y Venezuela, obteniendo la victoria de Boyacá (7 de agosto), otros hechos ensombrecen el panorama sudamericano. La opinión de Chile no favorece la expedición al Perú y el mantenimiento del Ejército de los Andes.

Por otro lado, se reciben noticias desde Cádiz anunciando que otra expedición se prepara contra Buenos Aires al mando de José O´Donnell, conde del Abisbal, que transportaría 20.000 hombres. El Director Pueyrredón solicita que las tropas de los Andes se preparen para marchar a la Capital. San Martín cruza la cordillera con una parte de las fuerzas hacia Mendoza, dejando otra parte en Chile, listas para marchar en cualquier momento.

Por otro lado se produce la sublevación de los caudillos provinciales López, de Santa Fe y Ramírez, de Entre Ríos, apoyados por los Portugueses que ocupaban la Banda Oriental, y levantando las banderas del federalismo, amenazaban el gobierno unitario de Buenos Aires. El Director Supremo ordena a los ejércitos del Perú, al mando de Belgrano, y al ejército de Los Andes para que marchen a defender Buenos Aires. Belgrano marcha hacia Córdoba y, por correspondencia de San Martín que apela al espíritu patriótico de López, consigue un armisticio con que despeja momentáneamente la amenaza. La presencia del Libertador en cuyo impide que la provincia se pliegue a los disidentes. Mientras tanto, San Martín se comunicaba con los miembros de la logia Lautaro para que empujen a los políticos a autorizar la expedición al Perú y se oponía a usar el Ejército de los Andes para reprimir a las provincias disidentes.

En junio renuncia el director Pueyrredón y es reemplazado por Rondeau, quien manda a llamar al general San Martín para combinar los planes de defensa de la Capital en caso de producirse el arribo de la expedición realista que se preparaba en Cádiz. En el mes de octubre, llegan noticias a Buenos Aires desde Gibraltar, diciendo que el ejército de Cádiz se había amotinado. Las tropas se negaban a embarcar para el Río de la Plata.

Decían que el motín había sido sofocado por Abisbal pero se cría que el ejército español no estaba en condiciones de emprender, por el momento, la expedición. El peligro se había disipado. En ese mismo mes de Octubre, San Martín recibe en Mendoza dos noticias. O´Higgins le comunicaba que tenía todo pronto para la expedición al Perú y que debía cruzar los Andes para ponerse al frente de las tropas. Por otro lado, el armisticio entre López y el gobierno de Buenos Aires se había roto y Rondeau le pedía que marchara hacia la Capital. Contestó entonces a Chile que aceptaba la dirección de la empresa y que cruzaría los Andes cuando los asuntos internos se lo permitieran.

Preparó entonces la caballería, unos 2000 hombres para marchar desde San Luis hacia la Capital. Rondeau se pone al frente del ejército de Buenos Aires y se dirige al límite con la provincia de Santa Fe para batir a los insurgentes, contando que el ejército del Norte avanzaba sobre Córdoba y el de los Andes acudía desde San Luis. En noviembre el Libertador recibe otra carta del Director anunciándole que debe concurrir a conversar con él por un asunto más importante que la insurrección del litoral.

Se trataba de los proyectos monárquicos que una misión diplomática realizaba en Francia para coronar un príncipe Borbón. San Martín presenta su renuncia al mando del ejército alegando motivos de salud, los facultativos le prescriben baños termales en Cauquenes, en Chile. En Buenos Aires rechazan su renuncia diciendo que tiene licencia para mejorar su salud como General de la Provincias Unidas. Mientras tanto se produce una sublevación en Tucumán contra el ejército del Norte poniendo en prisión al general Belgrano.

El general Cruz, que marchaba hacia la Capital para defender al Director Rondeau, es destituido del mando por un motín en la posta de Arequito (9 de enero) y el ejército marcha hacia Córdoba para ponerse a las órdenes del gobernador Bustos. Un batallón del ejército de los Andes, acantonado en San Juan, se subleva contra sus jefes y corta los lazos que vinculaban a ésta ciudad con Mendoza. La anarquía había estallado en las Provincias Unidas. Acta de Rancagua San Martín, que se reponía en Chile de sus dolencias, en conocimiento de éstas revueltas, ordena al coronel Alvarado que cruce la Cordillera con los regimientos de cazadores de los Andes, la artillería y toda la caballería.

El gobernador de Mendoza, Luzuriaga, renuncia y también cruza los Andes para unirse al ejército. En Buenos Aires, el Director Rondeau era derrotado en la batalla de Cepeda, el día 1° de febrero, y el victorioso Ramírez impone la disolución del congreso y la renuncia del Director. No había más autoridad nacional y cada provincia tenia un gobierno autónomo y sus propias tropas.

El ejército de los Andes se encontraba en Chile y la autoridad que lo había formado y a quién respondía estaba disuelta. Ante este problema, San Martín, que, ya restablecido de su enfermedad se encontraba en Santiago, envía a Rancagua, donde el coronel Las Heras tenía al ejército acantonado, un sobre lacrado que debía abrir en presencia de todos los oficiales.

El 2 de abril, el pliego es abierto. San Martín había escrito su renuncia, y, alegando que el Director Supremo, de quién su autoridad dependía, estaba depuesto, era el deber de los oficiales elegir a su nuevo jefe. Si embargo los oficiales consideraron que el mando de su jefe no había caducado pues: «la autoridad que recibió el general de los Andes para hacer la guerra a los españoles y adelantar la felicidad del país no ha caducado ni puede caducar, pues su origen, que es la salud del pueblo, es inmudable.» Esta fórmula es votada por los oficiales unánimemente, y luego se redacta el documento que se conoce como Acta de Rancagua, que fue firmada por todos, y que por más de 50 años permaneció secreta. Tercera Parte: Protector del Perú Expedición al Perú Cuando San Martín se dispone a embarcar el ejército para completar la última fase de su plan continental, América era el único lugar donde la llama de la libertad ardía.

En Europa, luego de la caída de Napoleón, gobernaban los monarcas absolutos que formaban la Santa Alianza y se oponían a el control de los parlamentos. Sólo Holanda e Inglaterra tenían gobiernos parlamentarios. En Francia reinaba Luis XVIII y en España Ferrando VII era un déspota absoluto. Chile y el Río de la Plata estaban emancipados de hecho luego de Chacabuco y Maipú. En el norte, Bolívar expulsaba a los realistas de Nueva Granada y los acorralaba en Venezuela. La flota de Chile dominaba el Pacífico y los realistas sólo ocupaba Quito y Perú. Los Gobiernos de Estados Unidos y el de Inglaterra comenzaban a demostrar interés en reconocer la independencia de las repúblicas de Sudamérica, y llegaban a Buenos Aires noticias de las opiniones progresistas británicas al respecto.

En España se produce la revolución de Rafael de Riego, que obligó al rey a aceptar la constitución liberal de 1812. El ejército combinado estaba constituido por alrededor de 4500 hombres, pertenecientes al ejército de los Andes y al ejército chileno. El jefe del estado mayor era el general Juan Gregorio Las Heras y formaban parte el general Arenales, el anterior gobernador de Cuyo, Luzuriaga, Tomás Guido, Álvarez Jonte, Bernardo Monteagudo y Juan García del Río. La flota se componía de ocho buques de guerra y diez y seis transportes tripulados por 1600 marinos. El 20 de Agosto de 1820 partía de Valparaíso la expedición bajo el pabellón chileno, en medio de las salvas de la artillería y las aclamaciones del pueblo y las damas de Santiago. El almirante Cochrane encabezaba la expedición en la O´Higgins mientras que el Libertador y su estado mayor navegaba en el San Martín. La expedición toca tierra en Pisco, al sur del Perú. Las fuerzas que defendían la ciudad, ante la superioridad del enemigo se retiran a la sierra.

San martín repone las montas de los granaderos requisando los caballos y libera a los esclavos que quieran incorporarse al ejército. El virrey Pezuela tenía sus tropas, unos veinte mil hombres, repartidos por todo el territorio a lo largo de la costa, desde Guayaquil hasta Arica y en el alto Perú, pero el grueso defendía la capital, Lima. Al tener noticias del desembarco inicia tratativas diplomáticas. San Martín envía como representantes a sus amigos, Guido y García del Río, que, además de la misión diplomática, debían informar acerca de la preparación de las fuerzas realistas y establecer contactos con los patriotas peruanos. Fracasadas éstas tratativas, San Martín destaca una división al mando de Arenales para que marche hacia Lima por el camino de la sierra y promueva la insurrección en las poblaciones. Antes de partir de Pisco crea la bandera y el escudo peruano y reembarca al resto del ejército a fines de octubre.

Cuando la flota llega a la altura del Callao, hacen una pasada frente a las fortalezas pero lejos del alcance de los cañones para mostrar su fuerza: desfilan, ante una muchedumbre que las contemplaba desde las torres de la fortaleza, ocho naves de combate y diecisiete transportes. A comienzo de noviembre desembarca el ejército en la localidad de Huacho, al norte del Callao. Mientras tanto, se había producido la revolución en Guayaquil el 9 de octubre y se formó una junta presidida por José Joaquín Olmedo y se puso bajo la protección de los libertadores San Martín y Bolívar. Días más tarde, Cochrane, en una acción muy audaz, arrebata la nave insignia española, Esmeralda, fondeada en el puerto del Callao y bloquea la bahía. Desde ese momento los realistas no pueden ser abastecidos por mar. San Martín fortifica su posición en Huacho y comienza su intento de sitiar Lima. Sigue con sus trabajos de inteligencia: arma a los rebeldes que se organizan en montoneras que asolan los alrededores de la Capital. El batallón realista Numancia, formado por levas colombianas, deserta de sus filas y se pliega a los patriotas con seiscientos hombres y todos sus bagajes.

Las poblaciones al norte de Lima se sublevan y, en la ciudad de Trujillo, el marqués de Torre-Tagle enarbola la nueva bandera del Perú y jura la independencia. Luego de obtener estas ventajas sin comprometerse a un combate formal, el Libertador pone sitio a Lima. El 29 de enero se sublevan los oficiales realistas contra el virrey Pezuela, éste es derrocado y en su lugar es nombrado virrey el general La Serna. La Serna invita a San Martín a celebrar negociaciones de paz. Por los patriotas concurrieron Guido y Alvarado. Los independientes sostuvieron que la única base de un acuerdo era la independencia del Perú, a la cuál los realistas no podían acceder y entonces las negociaciones fracasaron. El sitio de Lima continuaba y la vida en la ciudad se hacía insoportable, el descontento cundía. En esas circunstancias, marzo de 1821, arribó al Perú el capitán Manuel Abreu, encargado del nuevo gobierno constitucional de España para llegar a una solución pacífica con los independientes. El rey de España había mandado emisarios a las colonias en son de paz, lo que dio lugar en México a la proclama de Iturbide en el pueblo de Iguala donde proclamó la independencia, y en Colombia Bolívar firma un armisticio con Morillo.

San Martín inicia dos campañas: una a cargo de Miller con sus tropas de desembarco sobre las costas del sur y otra nueva campaña de Arenales a la sierra. Al mismo tiempo embarca a su ejército en Huacho y lo desembarca en Ancón, próximo a Lima, estrechando el cerco de la ciudad. Simultáneamente inicia negociaciones de paz. Nombró como delegados a Guido, García del Río y José Ignacio de la Rosa; el virrey La Serna al emisario Abreu, Manuel de Llano y Mariano Galdiano. Se reunieron en la hacienda de Punchauca, cerca de Lima, a fines de abril de 1821.

Los españoles proponían la aceptación de la constitución de Cádiz de 1812 por los americanos y el envío de delegados a las Cortes de Madrid. Los americanos proponían la independencia de Las Provincias Unidas, Chile y el Perú. El 2 de junio se reúnen San Martín y La Serna. San Martín hizo la propuesta de establecer una regencia en el Perú en nombre de un futuro príncipe europeo que ejercería una monarquía constitucional. El Virrey propuso consultar a las corporaciones del virreinato y dijo que en dos días habría una respuesta. La Serna, en lugar de consultar a las corporaciones, como se había convenido, consultó primero con los oficiales de su ejército. Éstos rechazaron la propuesta pues no estaban autorizados a conceder la independencia a las colonias, aunque se tratara de una monarquía.

El Virrey respondió que no estaba autorizado a reconocer la independencia del Perú pero que era posible firmar un armisticio hasta que la corte aceptara las propuestas de San Martín. Los independientes no aceptaron, pero prolongaron el armisticio por doce días más y permitieron el abastecimiento de la plaza sitiada por motivos humanitarios. Los Españoles comenzaron los preparativos para abandonar la ciudad y el 5 de julio y partieron hacia la sierra. El diez de julio por la tarde, entró San Martín a Lima con traje de paisano, para no ser reconocido, mientras los realistas salvaban el resto de su ejército internándose en los valles de la cordillera. Todavía una guarnición de 2000 hombres resistía el sitio en la fortaleza del Callao. Mientras esto sucedía en Lima, bolívar vencía a los realistas en la Batalla de Carabobo, 24 de junio, y el 29 entraba triunfante en Caracas.

El cerco estrechaba a los realistas tanto por los ejércitos del norte como por los del sur. Protector del Perú Desde Lima, San Martín le escribe a O´Higgins sus pensamientos: «Al fin, con paciencia y movimientos, hemos reducido á los enemigos á que abandonen la capital de los Pizarros : —al fin nuestros desvelos han sido recompensados con los santos fines de ver asegurada la independencia de la América del Sud. —El Perú es libre. —En conclusión, ya yo preveo el término de mi vida pública, y voy á tratar de entregar esta pesada carga a manos seguras, y retirarme á un rincón á vivir como hombre.» El libertador anticipa a su amigo las decisiones que tomará un año después. El 28 de julio se proclama la independencia del Perú

San Martín, desde un tablado levantado en la plaza mayor declaro: » El Perú es desde este momento libre e independiente por la voluntad de los pueblos y de la justicia de su causa que Dios defiende.» Levantó la bandera roja y blanca y fue aclamado por la multitud.

El 4 de agosto de 1821, a pedido de una diputación del Cabildo de Lima y por sugerencias de los miembros de la logia Lautaro, San Martín acepta ser nombrado Protector del Perú, y cabeza del gobierno. Designa ministro de hacienda al peruano Unanue, García del Río es ministro de relaciones exteriores y Monteagudo de guerra y marina. Las Heras comandaba el ejército al que se agregan regimientos con la nueva bandera peruana. Al frente de la infantería estaba Miller y la caballería al mando de Brandzen. Las reformas políticas fueron muy importantes: se abolió el servicio personal de los indígenas, las encomiendas, los repartimientos y las mitas, se declaró la libertad de vientres y se emancipó a los esclavos que tomaran las armas por la independencia, se abolieron los azotes en las escuelas, se fundó la biblioteca nacional, se estableció la libertad de imprenta y se abolió la censura previa. Se eliminaron los tormentos y se suprimió el tribunal de la Inquisición.

Todavía los realistas, al mando del general La Mar, resistían sitiados en la fortaleza del Callao. El 14 de agosto, Las Heras efectúa un intento de asalto pero es rechazado. Mientras en Lima los patriotas organizaban el nuevo gobierno, los realistas se reagrupaban en la sierra, en la ciudad de Jauja. Los primeros días de setiembre se creyeron listos para realizar una ofensiva. Un ejército de 3500 hombres al mando del general Canterac avanzó hacia Lima. San Martín dispuso sus tropas en defensa de la ciudad cortando la marcha de los realistas, pero el objetivo de Canterac era reunirse con los defensores del Callao y aprovisionarse de armamento del que carecían.

San Martín permaneció a la expectativa de los movimientos enemigos y cuando en ejército español entró al Callao, supo que la batalla estaba ganada sin arriesgar sus soldados. En la fortaleza no había víveres para más de tres días. Canterac tuvo que abandonar el Callao el 16 de setiembre y, perseguido por las tropas de Las Heras, regresó a Jauja con su ejército diezmado. El 21 de setiembre se rendía el general La Mar y las banderas peruanas flamearon en las torres del Callao.

Mientras se rendía la fortaleza, se producía desavenencias entre Cochrane y San Martín, en una disputa acerca del pago y el mantenimiento del ejército. Finalmente, una vez rendido el Callao, ya no era necesario el bloqueo y el Libertador envía a Cochrane a Chile para que diera cuentas a ese gobierno de la continuidad de la escuadra. El Almirante zarpa del Callao en octubre pero en vez de regresar a chile, sale en búsqueda de la dos últimas fragatas de la marina española en esas aguas: Prueba y Venganza. Éstas naves bloquearon el puerto de Guayaquil en diciembre de 1821 sin encontrarse con la escuadra de Cochrane. En ese puerto se encontraba el general La Mar que luego de la rendición del Callao había pasado a las tropas del Perú. La Mar convenció a los capitanes de que era mejor rendirse pues de lo contrario caerían en mano de Cochrane que los buscaba en el Pacífico. Los capitanes se rindieron a comienzos de 1822. Éstas fueron las últimas naves españolas del pacífico sur.

La fragata Prueba, rebautizada Protector, inició la marina peruana y su primer comandante, el almirante Blanco Encalada. Toma de Quito A comienzos de 1822 quedaban dos ejércitos realistas de importancia en América del sur. Los que dominaban Quito, al mando del general Aymerich y los del sur del Perú comandados por el general Canterac. Bolívar había nombrado al general Antonio José de Sucre al mando de las tropas del sur, quien se embarcó para Guayaquil en mayo de 1821. Con este ejército inicia el avance hacia Quito pero es detenido por los realistas en Bomboná.

En el mes de octubre de 1821, Sucre demanda el auxilio de tropas del Perú para poder emprender una nueva campaña sobre Quito. San Martín destaca una división auxiliar a cargo del general Andrés Santa Cruz con 1500 hombres formados por granaderos de los Andes al mando de Félix Olazábal y un cuerpo de caballería al mando de Juan Lavalle. El ejército de Colombia se une al combinado argentino, chileno y peruano. Mientras tanto, San Martín delega la autoridad política en Torre-Tagle y convoca a un congreso (27 de diciembre de 1821). Ordena una campaña comandada por Domingo Tristán en la localidad de Ica, al sur de Lima.

Las fuerzas patriotas son derrotadas por el general Canterac el 7 de abril de 1822. El 21 de abril las tropas combinadas de Colombia y la división auxiliar, al mando de Sucre, ganan la batalla de Río Bamba, que despeja la ruta a la ciudad de Quito. Un mes más tarde, el 24 de marzo los patriotas derrotan a los realistas al mando del general Aymerich en la batalla de Pichincha. Al día siguiente Sucre entra vencedor en Quito. Con esta victoria, el norte de América del Sur quedaba libre de realistas. Las fuerzas del Río de la Plata y las de Chile, que luchaban desde el Sur, se habían unido a las de Venezuela y Colombia que bajaban desde el Norte. Ambos extremos de la revolución se tocaban después de doce años de lucha. El dominio de los realistas quedaba reducido a la posesión del Alto Perú y los puertos intermedios, en una zona de alturas, difícil, donde los ejércitos del Río de la Plata siempre habían fracasado. Todavía podían reunir un ejército veterano de más de 15.000 hombres y contaban con buenos generales como Canterac y La Sarna.

San Martín sabía que su ejército no bastaba para vencerlos, era necesario la unión de las fuerzas patriotas del Norte y del Sur para expulsar a los realistas del Alto Perú. Guayaquil Bolívar entró en Guayaquil el 11 de julio de 1822 y al día siguiente la ciudad incorporó la provincia a Colombia. San martín se embarcó desde el Callao hacia ese puerto en la goleta Macedonia llegando a la mañana del día 25 de julio. El libertador del norte le ofrece al Protector del Perú su hospitalidad y lo aloja en una espléndida residencia donde lo espera el día 26. Allí San Martín recibe la visita de las corporaciones de la ciudad que le brindan un cálido recibimiento. Cuando los libertadores quedaron solos conferenciaron durante algo más de una hora. Por la tarde San Martín devolvió a Bolívar la visita protocolar. El día 27 San Martín embarca su equipaje anunciando que partirá esa misma noche. A la una de la tarde se dirigió a la residencia de Bolívar y conferenció sin testigos durante cuatro horas.

Terminada la conversación se reunieron en la sala de banquete donde se sentaron uno al lado del otro. Bolívar brindó «Por los dos hombres más grandes de la América del Sud: el General San Martín y Yo». San Martín contestó: «Por la pronta conclusión de la guerra; por la organización de las diferentes Repúblicas del continente y por la salud del Libertador de Colombia». Luego comenzó el baile y la diversión. San Martín dejó la fiesta (como ya había convenido con Bolívar) a la una de la mañana y se embarcó rumbo al Callao. Por muchos años ninguno de los protagonistas aclaró en forma directa los temas tratados durante la entrevista. Sin embargo, los diferentes testigos y los documentos escritos permiten establecer que ninguno de los libertadores estuvo satisfecho con el otro. San Martín pretendía la unión de los ejércitos del sur y del norte para concluir la guerra. Comprendía que era su persona la que molestaba a Bolívar y que los ejércitos de Colombia no pasarían al Perú mientras él estuviera allí.

El 29 de agosto le escribe: «Los resultados de nuestra entrevista no son los que me prometía para la pronta terminación de la guerra. Desgraciadamente, yo estoy íntimamente convencido, ó que no ha creído sincero mi ofrecimiento de servir bajo sus órdenes con las fuerzas de mi mando, ó que mi persona le es embarazosa.» Luego agregaba: «No se haga ilusión, general. Las noticias que tiene de las fuerzas realistas son equivocadas. Ellas montan en el Alto y Bajo Perú más de 19.000 veteranos, que pueden reunirse en el espacio de dos meses.» Más adelante en la misma carta le dice: «En fin general, mi partido está irrevocablemente tomado. He convocado el primer congreso del Perú, y al día siguiente de su instalación me embarcaré para Chile, convencido de que mi presencia es el solo obstáculo que le impide venir al Perú con el ejército de su mando.» Abdicación del Protector del Perú Mientras San Martín conferenciaba en Guayaquil con Bolívar, en Perú se produce un movimiento que solicitaba la remoción del ministro Monteagudo.

El ministro renuncia pero luego exigen su deportación. El 20 de setiembre se inaugura el primer congreso constituyente del Perú. Ese día San Martín entrega su título de Protector. Pronuncia un discurso de despedida y se retira. Esa misma noche, el congreso, reunido en sesión extraordinaria le otorga el título de «Fundador de la Libertad del Perú» y le asignan la misma pensión vitalicia que a Washington. Así terminó la vida pública del Libertador. Esa misma noche del 20 de setiembre se embarcó en el bergantín Belgrano con rumbo a Chile.

En Europa Mientras San Martín iniciaba su viaje al otro lado de la cordillera y luego ponía el océano Atlántico entre él y su patria, los ejércitos de Bolívar, al mando del general Sucre derrotaban definitivamente a los realistas en las batallas de Junín (6 de agosto de 1824) y Ayacucho (9 de diciembre de 1824), liberando a todo el continente. En Chile, San Martín se encontró con su amigo O´higgins, que tenía serios problemas políticos en su cargo de Director Supremo.

Se traslada a Mendoza, a su chacra, donde tiene la noticia del derrocamiento de O´higgins. El 3 de agosto de 1823 muere su esposa, Remedios de Escalada. Parte entonces para Buenos Aires donde se encarga de su hijita Mercedes. El 4 de diciembre llega a la ciudad y permanece hasta el 10 de febrero de 1824 cuando se embarca hacia Francia. Allí se ocupa de la educación de Mercedes donde escribe para ella las Máximas para su hija que son un resumen de su filosofía de vida. En 1829 regresa a Buenos Aires pero encuentra un clima hostil y permanece en Montevideo. Poco tiempo después regresa a Europa para no volver nunca más. Falleció el 17 de agosto de 1850 en la localidad de Boulogne-sur-Mer a la edad de 72 años.

FUENTE: PLANETA SEDNA

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