Seamos sinceros, a nadie le gusta
que le acosen a cualquier hora del día y por cualquier medio para intentar
convencerle de que tiene que hacer algo que ni siquiera había pensado en hacer.
Llegas a casa y tienes el buzón
lleno de publicidad que nunca solicitaste. Estás tranquilo en casa, descansando
después de tu jornada laboral, y te llaman para que contrates cosas que no
necesitas o que ya tienes con otras empresas. Abres el correo electrónico y
está infestado de mensajes de spam. Vas caminando tranquilamente por la calle y
te plantan miles de folletos y papeletas en la cara. Vas a coger el coche y
tiene algo en el parabrisas; por suerte, no es una multa, sino otro maldito
anuncio.
Lo peor de
todo es la indefensión que se siente ante este acoso porque, en realidad, no
hay ningún sistema efectivo para librarse. Existen leyes de todos los niveles
que protegen a los ciudadanos de estas prácticas, pero a las empresas no les
importa, les sale más rentable no
cumplir la ley.
Entonces, ¿tenemos que soportar
un día tras otro que las empresas hagan con nosotros lo que quieran, vulneren
nuestros derechos y nos traten como objetos?
No, por supuesto que no.
Consumo
responsable
El
consumo responsable consiste, en esencia, en dejar de comprar a empresas que
van contra nuestros intereses y buscar alternativas que no nos perjudiquen. De
este modo, se puede lograr que los beneficios de las empresas malas bajen y que
suban los de las empresas buenas,
para forzar así cambios de políticas en las empresas que ven que sus prácticas
irrespetuosas dejan de ser tan rentables.
La lógica es muy sencilla: si el
spam deja de ser rentable, las empresas dejarán de utilizarlo.
Naturalmente, si hay más
ciudadanos que caen en las garras del spam y consumen principalmente los
productos y servicios de las empresas que les llaman a horas intempestivas y
les saturan el buzón de publicidad no deseada, no lograremos nada.
Sin embargo, si se invirtieran
las cifras y las empresas que se saltan la normativa vieran como bajan sus
beneficios, tal vez prestaran más atención a sus clientes potenciales.
Riesgo
para los clientes
No nos engañemos: una empresa que
decide no cumplir una ley para aumentar sus beneficios puede decidir no cumplir
tampoco otras leyes para aumentarlos más.
Esto significa que, por ejemplo,
una pizzería que decide incumplir la normativa municipal que regula la
publicidad directa puede decidir también incumplir algunas normativas
sanitarias y vender productos alimenticios peligrosos para la salud.
Si sabemos a ciencia cierta que
una empresa no da ninguna importancia a sus clientes, ¿Qué nos hace pensar que
los productos que vende son seguros? ¿por qué creemos que nuestra comida ha
sido preparada siguiendo la normativa? La lógica nos dice que si la empresa
hace caso omiso a la legislación y es más rentable vender comida caducada y en
mal estado que vender comida apta para el consumo humano, es muy probable que
la pizza que vamos a comer nos acabe enviando a urgencias.
Pasa lo mismo
con todo. Si una empresa de servicios no cumple la normativa, ¿Qué nos hace
pensar que cumplirán el contrato verbal que firmemos por teléfono? Si no pestañean a
la hora de incumplir unas cuantas leyes para captar clientes, ¿Qué escrúpulos
tendrán para cumplirlas cuando ya nos estén cobrando?
Acción
Por eso, he decidido dejar de ser
cliente de las empresas que se saltan las leyes de forma manifiesta para
intentar captar clientes de forma ruin y desleal.
Si
cada vez somos más los que optamos por esta vía, llegará un día en qué las
empresas nos tomen en serio o, al menos, no violen nuestros derechos con tanto
descaro.